Suecia se ha convertido este jueves en el miembro número 32 de la OTAN, el fin de un largo proceso que comenzó hace casi dos años con la invasión rusa de Ucrania y culmina el giro del país nórdico en materia de política exterior, acabando con dos siglos de no alineación militar.
El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, y el secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, han presidido una ceremonia en la que el protocolo de acceso de Suecia a la OTAN se ha depositado oficialmente en el Departamento de Estado. «Lo bueno se hace esperar», ha dicho Blinken, según recoge la agencia Associated Press.
«La adhesión de Suecia hace a la OTAN más fuerte, a Suecia más segura y a toda la Alianza más segura», ha escrito el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en un mensaje en la red social X.
La incorporación de los escandinavos a la alianza del Atlántico Norte se ha hecho oficial después de que el embajador de Hungría en Estados Unidos entregara este jueves al Departamento de Estado en Washington los documentos oficiales de la ratificación aprobada recientemente por el Parlamento magiar. Budapest fue el último de los 31 miembros de la alianza en dar el visto bueno a Estocolmo, después de que Turquía levantara su veto.
Una región nórdica bajo el control de la OTAN
La entrada de Suecia formalizada este jueves supone que todos los países nórdicos estarán bajo el paraguas de la OTAN, que refuerza así su control sobre todo el mar Báltico.
Suecia ya había ido dando pasos para acercarse a la OTAN desde hace tres décadas, coincidiendo con el fin de la Guerra Fría, como suscribir la iniciativa Asociación Por la Paz de la Alianza, lo que permitió la participación de soldados suecos en las misiones de Kosovo y Afganistán.
La anexión de Crimea por Rusia en 2014 fue el argumento usado para estrechar aún más la relación, permitiendo por ejemplo por primera vez la presencia en su territorio de tropas de la Alianza para hacer maniobras conjuntas, además de provocar la reinstauración del servicio militar y el envío de un destacamento permanente a la isla báltica de Gotland.
Pero fue el inicio de la invasión de Ucrania en febrero de 2022 el que desencadenó un proceso, de la mano de Finlandia, que culminó tres meses después con el envío de una solicitud de ingreso.
Para ello fue necesario que dos de las tres principales fuerzas parlamentarias, los socialdemócratas y los ultraderechistas Demócratas de Suecia, modificaran su política contraria a la OTAN, cambiando el orden de fuerzas en la Cámara sobre esa cuestión.
El ingreso de ambos países fue ratificado en junio de ese año en la cumbre de la Alianza en Madrid, pero las reticencias de Turquía y Hungría provocaron que se demorase un año, en el caso de Finlandia, y casi dos, en el de Suecia.
El bloqueo de Turquía y Hungría
Turquía esgrimió la «permisividad» de Estocolmo con el exilio kurdo y la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), mientras esperaba a que Estados Unidos autorizase la venta de cazas F-16.
En el caso de Budapest, se aludió a críticas anteriores de Suecia al Gobierno húngaro, aunque finalmente su Parlamento –el único que faltaba de los 31 países miembros de la OTAN– ratificó hace dos semanas el ingreso sueco.
Suecia cuenta con una fuerza de unos 25,000 soldados, una potente industria militar y la fuerza aérea más grande de los países nórdicos, con un centenar de cazas, además de la isla de Gotland, la mayor de todo el Báltico y de gran valor estratégico.
El refuerzo del control de la OTAN sobre el Báltico afectará también a la capacidad de movimiento de la flota rusa en San Petersburgo y Kaliningrado.
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